Daniela
Herrero se decidió. A dos años de una agotadora experiencia televisiva, a
la que había sido convocada para animar un revival de los ’80 (Costumbres
argentinas, cuyos productores vieron en ella lo que ven todos; un ángel
que recuerda a la Fabi Cantilo más adhesiva), tomó conciencia de que su
profesión es la de cantante y, de buenas a primeras, le dijo chau “a la caja
boba”. Para lo que para muchos representa una adicción incontrolable (tener
pantalla), para esta ya mujer del conurbano bonaerense representó apenas una
oportunidad.
Decidida, entonces, Daniela se tomó un tiempo, ensayó y produjo El
espejo, su tercer disco, el primero que la tiene como productora de sí
misma y el que alienta esta entrevista promocional. Herrero atiende a LA
VOZ DEL INTERIOR un día después de haber teloneado a Avril Lavigne.
“Ni nos cruzamos –cuenta–. Ella estaba a mil, y yo sólo fui a
cantar. Hacía bastante frío”.
–¿El de Avril es tu mismo público? –No, de hecho fue bastante costoso ganármelo. Había gente que me tiraba
buena onda y otra que no. Yo fui a tocar, a hacer mi show. Era telonera.
–¿Cuál es tu público, entonces? –No está definido. Recién salgo con el disco y todavía no sé. Hace dos
años que no toco, así que creo que el público va a cambiar. O no. No sé,
insisto. Pero en la presentación había pibes de mi edad y algunos más
grandes. Chiquitos, no vi. Y mi público de antes creció.
–Vos también creciste. –Y sí. Por eso consideré oportuno tomar las riendas del disco,
producirlo. Lo que estoy haciendo es maravilloso y es lo que necesitaba hacer. Sólo
esto. Cuando me propusieron que yo misma trabajara en mi disco, no lo dude. Era
el momento. Así que trabajamos en conjunto con Manuel Caizza, el baterista de
mi banda.
–¿Te representan los discos anteriores? –Sí, obviamente. Cada disco tiene algo especial, su forma característica.
La diferencia es que en este soy yo desde el principio de todo. El primer disco
estaba armado, lo único que hice fue cantarlo. El segundo lo grabé estando en Costumbres
argentinas. Y fue una lástima, porque es un disco hermoso cuyo proceso
debí haberlo disfrutado más que sufrido.
–¿Qué es lo bueno y lo malo de tu experiencia televisiva? Que el
disco suene guitarrero, guerrero, ¿supone una reacción al establishment
televisivo? –Con este disco quería ponerme las pilas con la música y hacerme cargo
de mi lugar, de mi profesión. También vivirlo, como se tiene que vivir la
concepción de un disco. Con la televisión era imposible hacerlo, porque no le
podía dedicar el tiempo que necesitaba. Tenía que irme de la tele para decir
‘bueno, a ver qué elijo de las dos cosas’. Estuve un año guardada,
pensando muy bien qué quería hacer con mi vida... Y la música es mi profesión.
Estaba muy trabada. No podía empezar. Hasta que llegó un día y dije ‘me
tengo que hacer cargo’. Empecé a componer, a juntarme con los chicos a
ensayar.
–¿Te quedaron amigos de la tele? ––Muchos. Eso fue lo bueno, me armé un grupo de amigos. Lo rescato
porque, según me dijeron, es difícil encontrar algo así en un elenco
televisivo. Tendría que aclarar que los amigos no fue lo único positivo de mi
paso por la tele, porque puede quedar como que reniego del asunto y nada que
ver. Estar en la tele me ayudó con el escenario y con la cabeza. Pensá que
trabajé con actores talentosos.
–Participás en el disco de versiones de Fabi Cantilo. ¿Qué onda? –La mejor. Terminé de grabar mi disco, quedé feliz y a las dos semanas
me llamó (el productor) Afo Verde. Después, la que llamó fue Fabi. Y no lo
dudé, claro. La admiro como artista y es una persona increíble. ¿Si te
llama para invitarte para su disco? ¿Qué podía decirle? Grabé Nada
es para siempre. Con Hilda Lizarazu y con ella.
–¿Lo sentiste como una bendición? –Fabiana no tiene ningún compromiso conmigo. Me llamó porque le debe
gustar cómo canto. Y me llamó para estar en un disco que también tiene a
Fito, a Cerati. No sé si será una bendición, pero sí que resultó muy, pero
muy halagador.
Fuente: LA VOZ DEL INTERIOR. Actualizado: domingo 25 de setiembre de 2005.